martes, 25 de septiembre de 2007

Merced a tus malas artes, Gracias

Estaba cansado, y cualquiera podía notarlo.
Aunque no tenia demasiadas ganas de que alguien reparase en mi rostro y en la barba de dos días que "orgullosamente" portaba mientras caminaba por Corrientes.


Había intentado ubicarla de todas las maneras posibles. E-Mail, celular, teléfono de la casa y del trabajo. Casi al punto de convertirme en confesor de la secretaria del lugar en donde trabajaba.
Y mi insistencia al final dio sus frutos. Mientras puteaba porque su teléfono daba ocupado y le mandaba un mail de rendición casi incondicional a su búsqueda desde un ignoto cyber.
Súbitamente apareció en el Messenger. Podía imaginarla riéndose y puteandome por mi insistencia. Varias veces me había pedido que fuese en otro momento a Buenos Aires, que la Facultad (palabra odiosa en mi vida) que el trabajo, que no hacía a tiempo...y que quería tenerlo.
Y yo, que manejo mis tiempos como un malabarista de lo inexistente...no había hecho caso.
La noche anterior no había podido ser. Y me contenté con rememorar tiempos pasados con viejos amigos, fideos con salsa de por medio.

"Esperame en Corrientes al 600, en 20 minutos", me escribió.

"10". Negocié,

"Bueno, 15, esperame al lado del Burger King".

Sabía que estaba cerca de su departamento. Tenía todos sus números, pero no su dirección. Jamás había querido dármela. ¿Pensaría que soy acaso una especie de psicópata o algo asi?.
De que me quejo...todos tenemos nuestras medidas de autoprotección. ¿Porqué ella no debería tenerlas?.
Conociendola, esa es solo una, de unas tantas.


Hacía mucho que no recorría esa calle. Mi mente plagada de recuerdos retenía una imagen perdida antes de la Debacle del 2001. Aún viviendo en Buenos Aires un buen tiempo, no me había sentido atraido de pisarla.
Era para mi lo mismo. Solo la noche la hacía un poco más siniestra y seductora.
Estaba a nada más que dos calles de ahí, sobre la misma Calle. Caminé esquivando las habituales cantidades de turistas extranjeros, paseantes y oficinistas luego del after, dudando otra vez de si esta vez iba a poder verla. O ella dejarme.

Me paré en una esquina, que no era Corrientes al 500. Sinó al 600, y solo porque se me ocurrió ver que ese Burger King se escondía detrás de andamios y chapas en medio de una remodelación.
Me quedé esperando mientras la hora corría. Al menos había asegurado donde quedarme esa misma noche gracias a un buen amigo.
De esos 15 minutos ya habían pasado 5. Y ahí estaba, como en una película barata de espías de hace 40 años. Esperando el contacto.

¿Vendría de Florida o de entre los andamios?, ¿de la vereda que viene de San Martin? . No me gusta la idea de que me vean primero, y se lo hacía saber a nadie mirando para todos lados.

En fin, supongo que estaba en su territorio.


El momento que motivó este encuentro (un poco forzado, por mi "agenda") podía encontrarse varios meses atrás. Una de tantas noches de trabajo en el Hotel.
Tipear su nombre en ese bibliotecario de Alejandría redivivo que es la barra buscadora de Google era algo que de alguna manera dolía. Como si eso sirviese para quitarse algo de esa extraña y sutil pena que daba el saber que Paola no iba a escribir más.

Esa noche, aburrido a mas no poder de series norteamericanas y peliculas repetidas, encontré un largo reportaje. Junto con una foto en blanco y negro, pero muy luminosa.
La misma que tenía en la contratapa en ese librito de cuentos que me había alegrado el Enero tan gris que había tenido.
En ese reportaje la periodista también se despedía de ella. Habían pasado solo unos meses desde ese Septiembre.

Días despues le envié un e-mail a la entrevistadora. Una joven mujer, muy bonita, (atributo que tanto entrevistadora como entrevistada compartían) que en su perfil del sitio miraba a cámara con unos calmos ojos celestes, adivinables aún detrás de la escala de grises de la foto.

Y así comenzó la cadena. De idas y vueltas, de mundos distintos y maneras de verlo disimiles.
Sin conocernos, discutimos, nos peleamos y nos amigamos..o al menos ella se enojó conmigo.
Ella es así. Se cuida del mundo.
Y obliga a pensar que alguien debe cuidarla.

¿Sin conocernos, dije?.
La vi aparecer del lado de Maipú. Detrás de dos rusos (si, eran rusos, no es un fragmento de una novela barata) intentando esquivarlos para saludarme.
Esa noche fuimos a un bar, luego cruzamos 9 de Julio como dos kamikazes ebrios mientras el semáforo cortaba, sin parar de hablar.
En el segundo bar, mientras volvia sigilosamente del baño la vi mirar al piso. Triste.
Amores Perros del otro lado del Río...supuse, y ella no tuvo reparos en contarme.


Me limité a acompañarla a su casa abrazándola dándole consejos sobre como ver el mundo, y diciendole que mis consejos eran una mierda. Que el mundo es una pila de mierda pero que no te tiene que importar.
Ernst Udet era mi filosofo de cabecera, parece...

Caminamos por Avenida de Mayo y ella llamó a su Amor Perro. Eran solo unos kilómetros..pero para Telefónica eran años luz.
Me tomé un taxí luego de acompañarla. Mientras el taxista me hablaba de sus mujeres y sus travestis, mi mente se quedó fija en ella y en sus sonoras carcajadas.

En su tristeza y en esos ojos más grises que celestes.

Y en las causalidades de la vida. En las "malas artes" involuntarias de Paola que me hicieron conocer a Malita.
Por lo que le estoy muy agradecido.