martes, 14 de octubre de 2008

Y no.

Y no. No podía ser de otra manera, pensó.
Era inevitable la Caída. Porque necesitaba darle tal nombre a ese tipo de cosas. O uno parecido.

Su idea quedó congelada, tan quieta como la mirada de ella cuando lo observaba.
En su fuero interno el se jactaba de tener ojos en la espalda. Porque sus teorías sobre ella resultaban invariablemente ciertas.
Tan ciertas como ella alejándose de su vida.
Con el tiempo había aprendido a esperar. A ser paciente. Lo que no es lo mismo que solo esperar. Porque la paciencia tiene un propósito. Un fin.
Pero con el tiempo también sus fantasmas se hacían mas cercanos, como esos amigos que invitan a ir por el mal camino, aunque para ellos hayan otros senderos al final, más seguros quizás.
Eran esas voces, que siempre creyó dominadas, las que volvían a asaltarlo. No era ella, la de los grandes ojos grises y mirada oscura la que lo estaba juzgando. Era sólo el.
¿Podía llegar a esperar algo que aún no se había ido?, ¿a esperar el retorno de algo que todavía estaba?.
Si. Llegó a esa conclusión. Era un experto en sentarse y esperar...pero aún mas en moverse y ver como los resultados comenzaban a tomar forma...
El la quería de vuelta.

Ella se levantó de la silla y apagó la televisión. El tono azulado de su ropa se volvió casi negro, tanto como su cabello siempre lacio y siempre sugerente. La delgadez de su cuerpo también desapareció junto con la luz plateada que emitía del aparato.
El sintió el contacto de la mano de ella en uno de sus hombros, despidiéndose por la noche.
No pudo contener sentirse irremediablemente solo. Más alla de sus cálculos, sus manipulaciones, sus medias verdades y totales mentiras.
Podía escudarse en su propia vida. Pero no le resultaría una excusa valedera...

Perdió la mirada en la luna gris que iluminaba el mar a lo lejos...y llegó a la conclusión de que aun podía hacer algo. Ahí y ahora.
La vida estaba plagada de pequeños actos de cobardía y heroísmo. Y con el pecho ardiéndole en preguntas que hallaban respuesta casi instantáneamente, cortó el silencio...
-Te quiero.-
-Y yo también.-
Y no tuvo más nada para decir.