domingo, 18 de febrero de 2007

Espera.

Siempre me pregunté porque las cosas se magnifican cuando esperamos a alguien que realmente no queremos ver.
Hace un tiempo, por ejemplo, estaba sentado en un banco de la rambla. Luchando, y perdiendo, contra un frío invasor e intransigente, por el solo hecho de buscar explicaciones.
Y ese frío, bendito para mi en otras ocasiones, se tornó un enemigo invisible e insidioso.

La espera, el crear la imagen de verla caminando pasito tras pasito sobre estos vapuleados tablones de madera atacados por turistas...se volvió una imagen dulcemente insoportable.
Y digo dulcemente, porque aún mi necedad me dejaba creer en esa cualidad de los idiotas que es el sentido de Esperanza.