martes, 18 de octubre de 2011

Cuerdas

Siempre creí que para entender realmente el Blues, se debe sentir así, en el sentido inglés de la palabra: Blues.
Una palabra que vagamente significa Tristeza o Melancolía, dentro del ancho y gris margen de maniobra que ese tipo de sentimientos pueden dar.
Y quisieron esas causalidades de la vida, que después de 10 años de su última visita, pudiera ver a uno de los mejores bluseros del mundo. Y digo blusero sin olvidar su contribución al Rock con mayúsculas.
Pocos lugares hay como un estadio para medir el nivel de intimidad que puede crear un artista entre el y su público.
Y nos tuvo a todos en silencio cuando fue justo. Y aplaudiendo cuando se debió aplaudir.
Mi mente viajaba para atrás y adelante, saltando y corriendo entre distintos pasajes de mi vida. Pensando en como la música siempre está. Como una especie de soundtrack permanente, conectando y discurriendo paralelo a los hechos que la mente tiende a recordar...
Las cuerdas de una guitarra hablan en uno de los idiomas mas complejos y a la vez mas fáciles de entender. Y el buen Señor Clapton sabe como invocar los espectros de los recuerdos por medio de ellas.
Quizás no sea Dios, pero si un buen Brujo, como esos del Sur creóle.
Esa noche estuvo llena de ciertas ánimas que desplazaron de mi mente la cursi imagen de un corazón amarrado a las cuerdas bluseras de una vieja guitarra.
Porque nos despidió con la legendaria Crossroads, casi con Robert Johnson guiñándonos el ojo perdido en la noche de los 27 años.
Y al llegar al departamento, a un par de cuadras, creí oir la moto del Carpo en su vieja casa.
O quizás lo pensé...