viernes, 9 de octubre de 2009

Lineas...

No se que escribir mas que lo que me sale. No tengo que rendirle cuentas a nadie si no ofende lo que hago, creo que parte de mi concepción de la Libertad tiene mucho que ver con esto.
Con la Verdad no se ofende ni se teme. Asi que espero no ofenderte.
No creo que te importe demasiado lo que estoy tipeando a esta hora de la noche. Y quizás si, sea cierto que esa frase anterior la escribo con displicencia a medias. Porque en el fondo me importa.
Me importa mucho.
Aunque aún asi lo hago, porque creo en la honestidad a uno mismo. Si uno se miente al espejo, es que toda la vida es una mentira.
Como decía un inglés bajito y pelado en una canción hace dos décadas, puedo sentirlo viniendo esta noche. Como pude sentirlo esa otra en la que terminó de quebrarse todo entre nosotros.
Se habla de códigos, se habla de confianza, se habla de elecciones o hermandades. Solo puedo decir que lo que es cierto en un momento, o dos…o media vida, puede dejarlo de ser en otro. Y eso no desaparece facil. Deja una marca, una que no nos deja por más que exista un esfuerzo sobrehumano de olvidar.
Y el olvido no es inocente. El olvido es culpable, un culpable inconsciente.

Ahora que lo pienso, quizás sí te importen estas líneas. Te conozco lo suficiente como para pensar que puede ser un ligero revulsivo, una llamada de atención dentro de ese vendaval que últimamente es tu vida. Pero creeme, que no es mi intención que vuelvas a aparecerte como solías cada vez que sentías necesaria mi presencia. Ahora (en realidad es la enésima vez) que caigo, me doy cuenta que yo era quien estaba presente para vos. Y que quienes formábamos parte de tu círculo eramos eso mismo, un círculo. Una especie de tribuna que te rodeaba estando vos en tu pequeña Arena de la Vida. Eramos los espectadores de tu vida, no tus compañeros, tus hermanos por elección, como esos amantes de la cursilería suelen llamar.
Quizás no serví como ancla para afirmarte en ese torrente tempestuoso que son tus días. Quizás haya sido demasiado poco entusiasta.
O por ahí yo no pueda verte dentro mi propia tormenta.
No sé….y conforme pase el tiempo (ese que dicen que todo lo cura, y si no es así..lo remienda bastante) por ahí termine de hallar esas respuestas.
La gente cambia. Y tambien cambia uno…Y las distancias se achican…o se agrandan a miles de kilómetros….no del todo reales, pero no por eso inexistentes.
Solo sé que así lo veo…

miércoles, 3 de junio de 2009

Carta a una persona en los 40´

Sé que no nos separan tantos años, pero al mismo tiempo se que nos separa una eternidad. Una eternidad de color plomizo, teñido en parte por la sombra oscura de algún Falcon…o un presidente encerrado en algún salón oval...u otro del mismo equipo…un arrogante con ansias de “cambiar” un mundo que cambia solo y que les daba de comer a los primeros dos…
Eso no lo sé, porque no viví esa época…Solo puedo hablar de sus estertores, de tomar distancia y formar cual soldadito cantando el himno…para que luego me hablen de la democracia tipos con camperas de cuero o trajes caros.
No vengo a hablarte de eso, simplemente porque no viví TU epoca. Tampoco vengo a hablarte de esos años oscuros…Sinó de esos años negros…pero los negros de la noche, de la libertad desenfrenada.
Y no te hablo de irme a escuchar zumbidos de máquina mientras me tomo la pastillita de moda. Hablo de algo que no viví…o como mínimo llegué tarde.
Hablo de esa música loca que había empezado a sonar en muchas partes. Como en estas mismas playas, pero tocadas por otros harapientos a los que ya no podía llamarse hippies. No se que mierda eran, pero se como sonaban. Un chico de 8 años no se olvida de ellos tan fácilmente.
Sólo se que vi las cosas de refilón. Vi esa creatividad extenderse descontroladamente por todas partes, como una marea que no daba visos de detenerse. Quizás la tan mentada democracia haya tenido algo que ver…como también tuvo que ver la represión.
Irónica y dolorosamente, no es difícil ver que esa destrucción fue una de las creativas.
Puede hablarse de la luz al final del tunel…pero aún de las sombras del tunel brotaban cosas buenas. Porque todos estaban en las sombras, en el subterráneo de la vida. Muchos de ellos eran perdedores con causa.
Se de uno que no pudo soportar entrar a la adultez y darse cuenta que no era un perdedor a pesar de todos sus intentos. Se que la furia mataba la melodía. Y que la distorsión hablaba por si misma. Que no había futuro y tampoco una pretensión de tenerlo.
El mundo no podia cambiarse pero si moverse. Lo notaba en esas tardes frías en que la radio temía encenderse y sus parlantes desconarse. Algo bajaba desde el norte. Y algo había en este sur, un poco más estrambótico…pero existía, y era nuevo.
Vos tenías mi edad cuando todo esto volaba y se sentía en el aire.
A mi solo me queda envidiarte. Porque no existe la envidia sana y la otra…Solo hay envidia y punto.
Desde esos días…solo queda esperar otro delirio. Otros perdedores enojados dejandose de afeitar y quejándose con razón….quizás después de otros pequeños cataclismos.
Ese pobre tipo que no pudo con su alma, simplemente se fue viendo al cañon de una escopeta, un día gris en Seattle. Pero nos dejó cierto fuego. Uno propio, sin tanto ideal de décadas pasadas. Porque como no las viví…no puedo sentirlas.
Son fotos, canciones e ideales metidos a presión, nada más.
El mundo apesta, la sociedad apesta. Nada huele como un espíritu adolescente…
Y porqué debería hacerlo?

Hoy solo me contento con ecos de esos momentos. Solo ecos…porque la creatividad se fue, esquiva como siempre. Solo reapareciendo luego de épocas de grandes crisis, no importan las bajas.

Por eso te envidio. Y la envidia no es ni mala ni sana…

viernes, 27 de febrero de 2009

La Niña Fugaz

Las piernas ya le dolían, y comenzó a pensar que no se trataba del normal y entendible cansancio que significaban las 6 horas parado en esa esquina polvorienta. Trató de hacer lo que hacía siempre y solía funcionar: negar el dolor, pensar en otra cosa. En algo banal o mejor aún, enfocarse en algo de ese retorcido mundo que lo rodeaba. Pero ya no era tan efectivo como antes. La edad pesaba tanto como pesaba ese vil remedo de armadura del medioevo que portaba por horas, solo para dar la ilusión de dureza e invencibilidad frente a unos peatones parecían dar la impresión de no poder esperar la ida de el y los suyos. Una ida que se alejaba, o como decía la voz grave del frontman de la banda con la que solía deleitar a los novatos que comenzaban a llenar los rangos, Un Dia que Nunca Llega.
 Se dedicó a mirar detenidamente a los autos que pasaban por la avenida. Una mezcolanza de mecánicas japonesas, chinas, coreanas y rusas. Quizás algo fabricado por la zona también. Sus compañeros se dividían entre los que lo ayudaban y los que miraban hacia otras partes del perímetro, buscando cualquier cosa que pudiera parecer “anormal”. Desde la primera vez en la que estuvo en un lugar como ese, no pudo quitarse la idea de que tanto el como sus hombres eran algo así como astronautas en un planeta olvidado y cubierto de polvo cósmico. Lo chocante y avanzado de su indumentaria, mas allá de la utilidad de ésta, alimentaba ese parecer. Un grupo de tipos cubiertos de pequeños cuadrados digitales negros y marrones, moviendose pesadamente por la carga de sus chalecos y arneses, no podían hacer mas que resaltar frente a la asi llamada normalidad del lugar. Una normalidad que lo agotaba, más que el dolor de las piernas o el peso del chaleco, las bromas repetidas y la lascivia onmnipresente de sus compañeros de desgracia, tan ajenos a ese planeta como el.
Se deslizó por detrás de un vetusto Corolla que en algún momento fue blanco. Al principio la vió por el rabillo del ojo, justo en ese espacio incómodo donde molesta el marco de los anteojos. Era grácil, como si la túnica marrón la llevase por el viento, efecto que parecían aumentar los delgados brazos y piernas que sobresalian de las extremidades de la túnica. Durante menos de un segundo pensó en llevar la culata del rifle al hombro y seguir la visión, retículo holográfico de por medio…pero la experiencia le hizo desistir de ello.
Se quedó observando, mientras lentamente ponía entre el y la calle el enorme capot del Humvee. El pequeño fantasma marrón sacó una lata de aerosol y comenzó a pasearla por la pared de ladrillos. Un haz verde comenzó a quedarse fijado en el muro…primero una linea, luego un círculo, luego otra línea. Mientras le dedicaba su atención, miró por un segundo a los suyos, parados cansinamente alrededor del vehículo, vigilando la nada hacia todas partes. No parecía haber nada fuera de lo “normal”. Así que siguió con la niña. Ella proseguía con la obra…ya habían mas líneas de otros colores y varios aerosoles estaban en el piso…En uno de esos movimientos El notó un bolso que colgaba de sus hombros. De allí salían las latas. Prestó atención al dibujo….no parecía tener sentido. Una conjunción de líneas, soles, lunas, símbolos y flores aparecían en la pared. La habilidad del fantasma marrón era admirable. Súbitamente se sintió transportado a otra parte, a otro momento perdido de su vida. El pesado calor del Tigris en verano había desaparecido, junto al dolor en sus piernas y la pesadez del blindaje. Lo había reemplazado una fría tarde frente a uno de los miles de riachos de Amsterdam, y una pared con varios pintores urbanos frente a la via de agua… Una de ellas parecía ser un calco del fantasma del desierto. Parada sobre un pequeño banco dando pinceladas. No podía comparar ni la contextura ni la vestimenta, pero si la habilidad, los movimientos rápidos, delicados y a la vez desafiantes. Las líneas que convergían en un punto y luego volvían a separarse, junto con los símbolos y algo parecido a flores de colores fosforescentes…Otra vida. Otra persona.
- Parece que tenemos una artista - . dijo una voz con acento arrastrado del Sur, perdida entre los puentes holandeses. El sacudió la cabeza y miró hacia el techo del vehículo. El Cabo también miraba a la pintora. En su interior agradeció que solo la mirara, y no siguiera con ese instinto adquirido que era el apuntar la enorme ametralladora del techo hacia donde estaba la niña.
 Un estampido lejano lo terminó de sacar de su ensoñación. Los hombres se acercaron quedándose alrededor del Humvee. Segundos después la radio comenzó a crepitar con voces bramando órdenes atravesando la estática. Mientras subían al vehículo, algunos maldecían y otros solo se mantenían en silencio. El era de estos últimos. El Humvee arrancó en una nube de polvo. Pudo oir el seco ruido del cerrojo de la ametralladora en el techo, preparándose.
Miró por el vidrio blindado de la ventanilla esperando hallar a la niña. Pero la escena había desaparecido al doblar la esquina. Y mientras se alejaba, solo pensó en el frío y en Amsterdam.