miércoles, 22 de febrero de 2012

La dama del Millenium Bridge

Liam miró la pantalla de su celular por décima vez en solo unos minutos. La agujas del reloj virtual marcaban que solo faltaban 7 minutos para el encuentro.
Se había entretenido mirando los nombres escritos en el bronce engrisecido del monumento. Recordó la historia de su madre sobre un pariente suyo, muerto durante el Blitz y cuyo nombre se hallaba escrito en el. Otro de los "Heroes de caras sucias", según rezaba la placa.
Pero no podía recordar su nombre.
Comenzó a caminar hacia el puente, mirando lo más disimuladamente que podía hacia cada lado mientras intentaba no pensar en el pequeño pendrive negro que tenía en uno de los bolsillos internos de su saco negro.
Se centró en alcanzar el extremo de la mole de acero que cruzaba el Thames y fue en ese momento que se dió cuenta que no habia prestado atención al cuarto piso de uno de los edificios a la izquierda de la calle de daba acceso al puente.
Mejor así, pensó. Había momentos en los que algunas naves debían ser quemadas. Con seguridad Ella estaría allí, sola en la oficina siempre un rato más con el enorme monitor frente a sus cansados ojos, aunque la economía se cayera a pedazos. Como tantas cosas, sus ambiciones se asemejaban, pero al final corrían por caminos paralelos.
Supo que estaba derrotado cuando vió a los dos policías en el extremo de Bankside, que iban y venían hablandole a sus intercomunicadores. Se volvió y encontró a otros dos oficiales flanqueando a un enorme pelirrojo de impermeable gris que subían al puente caminando lentamente.
Siguió moviéndose, casi flotando, pues el futurista puente era capaz de generarle esa sensación, hasta casi sobre el centro mismo del Thames.
Allí la vió: el aire tranquilo de quien disfrutaba su lugar en el mundo, los ojos marrones detrás de los antejos de sol y el pelo castaño agitándose por la brisa fresca que apenas marcaba su delgada figura, entallada en un vestido floreado.
Se detuvo a unos metros de ella. Apoyándose en la baranda observó en sus manos una de las miles de guías sobre la ciudad que se daban gratuitamente en los hoteles y un folleto de la Tate Gallery. La misma galería que parecía hallarse a miles de kilómetros de distancia, aún a pesar de estar a la vista, al otro lado del río.
Se quedó viendola hasta que sus ojos hicieron contacto. Apenas ella lo miró, el la saludó asintiendo con la cabeza y haciendo un rápido y calculado ademán hacia los papeles en sus delicadas manos.
Había visitado la Galería y el Globe Theatre, lo cual le había demandado casi todo el día, le dijo, dando inicio a una casual charla mientras abajo una barcaza con carteles graciosos cruzaba el Thames
Durante un pequeño instante los uniformados de Scotland Yard en los extremos del puente parecieron no existir y ellos fueron lo que parecían ser: un cansado oficinista que huía de la City en busca de un pub y una turista que recorría Londres con aire solitario, perdida en sus propios pensamientos.
La mujer puso los folletos en su cartera, sacó un paquete de cigarrillos de una marca que el no pudo reconocer y siguió buscando en ella algo que no podía encontrar. Le pidió fuego con una amplia sonrisa y Liam se llevó la mano al bolsillo del saco. No fumaba pero siempre tenía consigo el viejo Zippo que había ganado en una apuesta.
Sus dedos rozaron ese pendrive cargado miles y miles de datos de información que escapaba a su entendimiento, y se devolvió a la realidad.
Una brisa fría apareció repentinamente y la mujer se acomodó la pashmina blanca que rodeaba su cuello. Sin pensarlo demasiado, el se quitó la gabardina azul oscuro y sin pedir permiso la dejó caer sobre sus delgados hombros. Ella no tuvo tiempo de negarse, solo se limitó a decir "Gracias", casi sin acento, en ese inglés perfecto que algunos extranjeros todavía hablaban y ellos parecían haber perdido.
Liam miró a su derecha, hacia la cúpula de St. Paul´s y le dijo que era un lugar magnífico para conocer. Por unos segundos se recordó junto con Ella almorzando sandwiches en los escalones de la catedral.
Sin mediar más palabras dio dos pasos hacia el centro del puente, se despidió y caminó hacia Bankside.
La brisa sin la gabardina se hizo molesta. Los dos bobbies del lado de la Tate estaban ahora mas cerca, pero aún así evitó mirarlos directamente.
Durante unos segundos casi alzó las manos como un criminal que acepta su derrota. "Ok muchachos, lo intenté pero al final ustedes ganaron" con una sonrisa sarcástica. "Ahora pueden enviarme al infierno, pero mi adelanto ya me lo gasté"..
Sin embargo permaneció callado mientras el atisbo de una idea aparecía en su mente y se hacía mas y más tangible conforme sus zapatos pisaban el acero hacia el fin del puente, esa hoja de acero sobre el Thames que esa tarde le semejaba a la planchada de una corbeta. Y el, el condenado.
Los dos policías pasaron al lado suyo, parecieron no notarlo; así Liam llegó a Bankside y caminó hacia la entrada de la Galería.
Recordó lo que transportaba y se llevó la mano al bolsillo del saco: solo encontró al Zippo.
Y en ese momento sintió al peso del mundo desapareciendo de su espalda.






miércoles, 8 de febrero de 2012

Cover

La interminable fila avanzaba bajo la intermitente llovizna, bastante más rapido que ese habitual paso de hombre de las 6 de la tarde en la que parecía que a todo el universo tenía la idea de volver a casa.
Habia dejado de lamentarse por su manera de emitir opiniones, detalle que le habia granjeado nuevamente ese puesto detrás del volante de un ignoto Ford.
Seguía escuchando a la chica en la radio, la de la voz grave y complice. Como casi cada tarde desde que había puesto pie en esa tierra no del todo extraña para el.
El ligero temblor que había invadido sus brazos y piernas habia cesado poco despues de la ultima casilla de peaje. Mientras trataba de recordar lo que le había sido indicado para esas situaciones.
De alguna manera ella habia sido la salvadora: La chica de la radio y su coincidente gusto para elegir los discos con los que matizaba las llamadas de los oyentes y las entrevistas a artistas apenas conocidos para el.
Dos veces sonó Lovesong, la version original de The Cure y otra un poco mas reciente de su más cercana Adele, antes de que la locutora se ensarzara en una ligera discusión con su operadora sobre cual de las dos era mejor.
La chica era otra fundamentalista, como el. Cualquier otra amante de la sensibleria se hubiera quedado con la de la gordita de Tottenham.
-Smith es Smith, viejo y todo. - Dijo, mirando al dial digital.
Hablar solo no era algo que le resultase extraño, ya.
Fueron los recuerdos de su mente los que lo alejaron de la ruta que habia establecido. En ocasiones manejar se convertía en un placer, simple y, mejor aún, pagado por sus empleadores.
La costanera tenía un encanto especial desde la última vez que había estado alli. Luego de un pequeño paseo decidió acercarse por el norte hacia el gris edificio de 1950.
Pero los años no venían solos, y con ellos, por fortuna, la experiencia. No le importaban demasiado los aburridos policías en sus minúsculos patrulleros que bostezaban y simulaban mandar mensajes de texto en sus celulares baratos. Su vista se clavó en los dos tipos de civil que miraban hacia todos lados de manera bastante disimulada. Uno de ellos fumaba, nervioso, mientras jugueteaba compulsivamente con unas llaves.
Leyó la escena como si de un libro de texto se tratara. Se alejó lentamente y subió a la autopista. Con suerte serían un par de horas hasta una de las fronteras mas porosas del mundo. Un par de llamadas y una sonrisa mas falsa que sus documentos con suerte lo sacarían del apuro.
Mientras la frecuencia se perdía de a poco entre la estática y un raro bootleg de Stone Temple Pilots, elección de la locutora, pensó en enviarle un mensaje felicitándola por su gusto.
Solo que no lo hizo.