viernes, 19 de septiembre de 2008

La Puerta Blanca

Caminaba sin prestar atención más que a sus propios pensamientos. Una manera de carecer de precauciones muy acorde a su personalidad.
Sólo se lamentaba de no haber suspendido los vasos de cerveza que no paraban de surgir de esa heladera, de las redondas y oxidadas que todo estudiante debe poseer para ser considerado tal.
Las baldosas flojas eran su unica preocupación, mas que nada para evitar sumar otra mancha más a sus ya alcoholizados pantalones.La distancia siempre le era de utilidad para evitar terminar la noche de una manera peor. Conforme la caminaba, esa noche se fue haciendo mas pesada.
La niebla iba colándose entre los árboles y los autos que poco a poco se iban distanciando mas entre sí. Señal de que ese barrio, a la luz del sol muy transitado, ahora dormía.
La borrachera iba amainando a medida que el se incomodándose más y más por la niebla que parecia ir recubriendo, poco a poco, a la calle.Era una niebla espesa que derrotaba fácilmente a la luz que a duras penas brindaban los faroles de la vereda, dejando solo un incierto fulgor cada tantos metros.La escena no le agradaba, y su mente, embotada aún, comenzò a generar imágenes que bien podrían haber salido de esas viejas películas de los 30´ que solía devorar en junto a su mejor ex novia-amiga-confesora-inquisidora, en el cineclub barato al que les gustaba concurrir.
Sin mas compañera que su soledad momentánea, siguió caminando. Luchando por olvidar esas creaciones oscuras y siniestras, perdidas en el tiempo.Y casi había logrado su objetivo. Tan sólo reemplazando a Tod Browning y sus castillos lúgubres de utilería hollywoodense, por los más risueños recuerdos de su último raid de camping a las sierras de Tandil en compañía de viejos amigos, cuando una inscripción llamó su atención.

“En esta casa vivieron y estudiaron Marcos, Fernando, Laura y Marcela
Desaparecidos el 12/7/1977.
No los olvidamos
Juan y Mercedes”

Sus pensamientos se volvieron hacia la puerta blanca en la que estaban escritas con marcador esas palabras. A ese recordatorio, a la vez denuncia y clamor enclavado en la madera gastada de esa puerta de calle. Como recordando un tiempo ido, pero presente.
Luego aceleró el paso intentando llegar a la avenida, para enfilar con mas vehemencia a su monoambiente.
Sentía que la noche se volvía más pesada y extraña luego de su fugaz encuentro con ese mensaje del pasado. Solo faltaba una calle cuando oyó ese ruido que se acercaba, al principio difuminado entre el viento y los autos de la avenida; pero luego haciendose más claro, más inconfundible. Esos 6 cilindros no se olvidaban fácil. Menos aún si uno estaba acostumbrado a ver a varios de sus amigos renegar con esos motores de 2.21 o Sprint en el garage.
Un sudor frío corrió por su espalda, a pesar del buzo y la campera de polar.
Siguió mirando hacia adelante, con el falso convencimiento de aquellos que creen que no mirar, basta para no ver. Para negar la existencia de eso que puede amenazar o no...
Pero se sintió extrañamente reconfortado al escuchar, como escapando del interior del auto, los discordantes sonidos de una cumbia escatológica y los siempre festivos (y a esa altura de la noche asqueantes) ruidos del entrechocar de botellas de cerveza.
El desvencijado automóvil pasó a su lado sin que sus ocupantes se diesen cuenta de él ni de la tensión que lo invadía por dentro.
Suspiró aliviado y enseguida llegó a las luces de la avenida, mientras la niebla parecía disiparse en la inmensidad de los cuatro carriles que parecían infinitos.
Minutos después llegó a su departamento con un vacío en el estómago y la sorpresiva sensación de que su borrachera se había disipado casi al unísono con la niebla...y no pudo conciliar el sueño.
Días después intentó buscar esa casa, y volver a ver esa puerta a la luz del día. Pero no pudo encontrarla.
Sentado en el despintado banco de una plaza, intentó razonar sobre esa noche. Pero las copas de más no fueron para el explicación suficiente.
Alguna vez escuchó decir que esa era la Ciudad de las Utopías Perdidas...y esa persona bien pudo tener razón.