miércoles, 21 de julio de 2010

Llamada Perdida

Por décima vez en el día se fijó en los datos de la llamada. La pantalla gastada del I-phone volvía a repetir lo que su mente ya sabía de memoria. 9:44 de la mañana, y el nombre de Ella.
El horrendo ruido del tono de llamada, una fiel imitación de un teléfono de campanilla de los años 50´, había cumplido con su objetivo de disuadirlo de contestar...junto con el haber dejado tirado el aparato en la alfombra del pequeño living.
Semanas atrás, presa de un ataque de independencia, había quitado el segmento de Crazy de Aerosmith que personalizaba cada llamada de Ella y lo había reemplazado por uno de los tonos por defecto del teléfono. Una de tantas pequeñas maneras de intentar asignar cierta igualdad a la situación.
Inútiles en el fondo, pero que al menos daban la impresión de querer dejar algo atrás. O alguien.
La enorme mochila verde esperaba en el sofá como un oso dormido. No recordaba haber olvidado nada de lo esencial. Su mente luchaba por creer la falsa idea de que era solo otro de los tantos viajes que había a esos lugares olvidados de la mano de Dios.
Lo irónico era que allí todo el mundo decía creer en El. Y era una de las razones básicas de todo el problema.
Pero su atención, libre casi de toda preocupación por los preparativos, se centraba en la llamada. Y en como una persona puede estar tan presente a pesar de todo lo que se había hecho y dicho. De todas las discusiones y planteos. Ella seguía estando allí.
Era un cumulo de recuerdos y sensaciones. Y ultimamente el tendía a olvidar los momentos finales de la relación. Como si la ausencia de gritos y amenazas sobreactuadas esa noche de la ruptura fuese solo una imagen periférica de lo que representaba su pareja.
Ella era temible cuando no alzaba la voz. Los dos lo eran. Y cuando los argumentos eran tranquilos y bien comunicados, solo cabía esperar un resultado duradero.
Lo extraño fue que el sentimiento de liberación que ahora experimentaba, no lo generó esa noche en la que hicieron el amor y se despidieron, sino el pasaje que tenia arriba de la pesada mochila. Las dos cosas formaban una imagen que de alguna manera contribuía a aliviarlo.
Y por raro que pudiera parecer, la llamada también, en parte.
Ató los cordones de sus botas y recorrió la pequeña casa, cerciorándose minuciosamente de que todo estuviera en orden para una larga ausencia. De todas maneras sus hermanos se encargarían de que eso se desmoronara en semanas.
Cada cuarto tenía un recuerdo de ellos como Pareja. Y se esforzó en evitarlos de su mente mientras caminaba.
Terminó y se sentó en el respaldo del sofá, el taxi estaba por llegar, calculó.
Miró como estaba vestido y cierta pena inevitable lo recorrió. Tanto allí como en su destino se veía como un extraterrestre con esos pantalones anchos y el moderno patrón de colores de su ropa. Pero era una buena estratagema de un hombre experimentado..para apelar al sentimiento patriótico de los empleados del aeropuerto y ganar su preferencia. Años de conflicto y las colas seguían siendo interminables.
En ese frente el y los suyos habían fallado, pensó..y nuevamente no volvió a importarle nada.
Escuchó la bocina del taxi sobre la calle y con una afirmada decisión tomó la mochila para dirigirse a la puerta. Puso el pasaje en uno de los interminables bolsillos de su casaca y salió al exterior. Raro como se sentía con el uniforme en su barrio, dedicó una mirada a toda la calle. Los hijos de sus vecinos jugaban en el patio con un numero interminable de autos y muñecos. Como el había hecho alguna vez, hacia miles de años. En otro mundo.
Cerró la puerta con dos llaves mientras su mente iba y venía pero sus pensamientos tenían un solo destino.
Estaba a solo dos pasos del taxi cuando escuchó, apenas perceptible entre el motor del taxi y los gritos de los niños de al lado, ese ruido de campanilla de teléfono de los 50´. Una y otra vez, desde el interior de la casa.
La experiencia no podía evitar que uno olvidara ciertas cosas.
Durante unos instantes pensó en correr y tirar la puerta abajo si la llave osaba no funcionar. No sería la primera vez. En su interior todo era un revoltijo de recuerdos, música, sensaciones y sentimientos. Y en sobre todos ellos, omnipresente, se hallaba Ella.
Haciendo uso de una enorme fuerza de voluntad de la que incluso se asombró de tener, miró al taxista y abrió la puerta trasera del auto.
Mientras el coche se alejaba, dejó que la duda de la nueva llamada permaneciera en la mesa del living, con el teléfono sonando al lado de ese portarretrato que nunca tuvo el valor de reemplazar
A diferencia de Ella, había aprendido a convivir con el principio de incertidumbre. Las palabras por decirse podían cambiar su mundo.
Pero mas adelante, quizás.

viernes, 16 de julio de 2010

Cruzando la esquina

Suspiró aliviado cuando llegó al asfalto. Los pozos que eran el regalo de cada tormenta a las calles de arena se convertían en la tortura de la suspensión de su algo maltratado auto. Pero si algo lo enervaba, era avanzar a paso de hombre por calles cuya oscuridad incitaban a pisar el acelerador.
Se acercó despacio a la esquina que daba a la avenida principal, pensando en que ya estaba llegando tarde, aunque su tardanza era algo autoimpuesto. Una cena a la que, sabía, llegaría primero.
Cerca de la avenida distinguió una silueta. Se trataba casi siempre del mismo proceso. Miraba atentamente hacia adelante hasta encontrarse con una imagen que conforme la distancia se acortaba, bien podía convertirse en algo familiar que terminaba por capturar su atención. O en el peor de los casos, alguna reminiscencia que le recordaba cierta tendencia a perseguir sombras en su mente.
En este caso los pocos metros que habían entre su auto que se acercaba a la avenida y ella no le dieron tiempo casi a disfrutar ese proceso de una manera completa,
Solo la vió unos segundos, cruzando la ancha calle bajo la luz mortecina de un farol. Su figura resaltaba sobriamente como en cada ocasión que podía recordar. El abrigo marron y los pantalones oscuros enfatizaban esa imagen. Miraba pensativamente hacia abajo mientras se acomodaba el rebelde flequillo castaño con sus delicadas y largas manos de pianista.
Por un ínfimo instante se preguntó que haría sola cruzando esa calle, entrando al enorme y vacío Café que aún permanecía abierto . Descartó la idea de la joven mujer solitaria tomando un cappuccino a altas horas de la noche en una ciudad desierta. Pero la imagen lo sedujo ligeramente. No en un sentido primario, sino en otro muy distinto.
Se preguntó como se enfrentarían los demás a la soledad. Especialmente luego de años de vivir de la manera contraria. Ese era un idioma que todos hablaban de maneras extrañas y ansiosamente complejas.
Dobló despacio hacia el norte por la avenida y, fiel a su instinto observador, dedicó una detallada mirada al Café. Solo había una pareja mayor sentada absorta en la pantalla plana de un televisor, mas las dos aburridas empleadas que se encargaban de cerrar. En el mostrador una de las ellas esperaba a la joven con dos envases de café grandes.
Volvió a centrar su atención en la despoblada avenida y aceleró para llegar a la cena. Una rara y sutil alegría comenzó a recorrer los recovecos de su mente. Por un momento clandestino había visto a una persona distinta a aquella que solía ver en reuniones de amigos. Habia algo que había cambiado.
Y más allá de la confusa niebla de la duda, no pudo ver nada parecido a la pena.
No estaba mal para un jueves gris....